sábado, 11 de julio de 2009

El amuleto

-Señor.- Exclamó Turdin el tuerto.- No hay rastro del amuleto en la casa. ¿Qué hacemos con los prisioneros?

-Matadlos.- Dijo Thrall.

Normalmente Thrall nunca acudía a ninguna misión. Dejaba el trabajo sucio para sus hombres. Pero hoy, aquel orco de grandes dimensiones, conocido por muchos como el señor de la guerra, había decidido encargarse el mismo del asunto en concreto, pues tal era la importancia del mismo. …Se trataba de una de las reliquias de Nemeris.

Thrall se aplomó en una de las sillas de la cocina. Parecía imposible creer que en esa casa, antes conocida como la granja Nethander, alguna vez hubiera podido vivir una familia.
Ellos acababan de destrozarla. Habían quemado muebles, ropas y cacharros; Habían quemado los restos de lo que un día fue un hogar… Y lo peor de todo es que aquella piedra, que no poseía valor aparente, no se encontraba en la casa.

La puerta de la cocina se abrió de repente y Turdin el Tuerto apareció sujetando con fiereza a un anciano vagabundo… Se trataba del viejo Joe.

- Mi señor. Los muchachos han encontrado a este escombro en las afueras del pueblo. Al parecer, uno de los hijos del pobretón de Kilkeron ha conseguido huir.- Dijo Turdin.- Podría haberse llevado el amuleto…-

Thrall permanecía impasible, como si los acontecimientos que allí se estaban sucediendo no tuvieran que ver con él.

- Encadenar al viejo.- Ordenó Thrall.- Haremos que este periquito canté todo lo que sepa.
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Markhus como todas las mañanas había ido a trabajar con sus hermanos y su padre, pero por un golpe de destino, de regreso al hogar, fue una suerte que encontrara un filón de torio pequeño para picar… Corrían tiempos difíciles y el torio estaba bien cotizado en las subastas de mercaderes… En su casa había demasiadas bocas que alimentar..
Pero sin duda, mayor fue su suerte al encontrarse al viejo Joe de camino a su casa.
Cuando Markhus supo que la horda había capturado a sus hermanos y a su padre, una bocanada ágria de ira le subió por la boca del estomago hasta la garganta… Iba a montar a su caballo y dirigirse rápidamente hacia la granja… Pero el viejo le explicó que era inútil… Una vez el señor de la guerra hacía prisioneros, jamás se les volvía a ver con vida…
También le contó de la búsqueda de una piedra extraña, y los disgustos e inconvenientes que estaba ocasionando en toda Trabalomas.

A Mark los ojos se le quedaron como platos, y sólo entonces supo que la piedra que tanta expectación estaba causando entre la horda, no era otra sino el amuleto de su madre, y que en esos momentos su hermana más querida poseía.

Sin pensárselo dos veces, cambio el rumbo de su corcel… Tenía que poner en sobreaviso a Char, tenían que deshacerse de ese amuleto lo antes posible… Sólo asi podrían continuar con sus vidas.

Cabalgaba como el viento, pues sabía que no era momento de entristecerse y flaquear. Tenía un motivo por el que luchar. Tenía que salir de allí… Tenía que encontrar a Charlenne.

Continuar

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